La discusión sobre el proyecto de ley presentado por los
legisladores Liliana Mazure, Gloria Bidegain, Susana Canela, Gastón Harispe, Héctor Recalde y Eduardo
Seminara (escribamos sus nombres), es necesaria ya que el proyecto causa no poca sorpresa.
Lo que pienso de inmediato es en quién se beneficia. Quién se perjudica es fácil: siempre somos los mismos.
Los intereses económicos detrás del proyecto
(pensemos en los que se favorecen, independientemente de si presionaron o no
sobre este asunto) sólo podemos imaginar
a las empresas que proveen un banco de imágenes que verían incrementados sus
ingresos.
Con lo que aquí se daría una situación parecida a lo que ocurre
con los libros, discos, etc., que es que seguirían circulando indiscriminadamente
por la red pero a la vez, que no podrían ser publicadas por editores de libros,
manuales, revistas, páginas web sin que una legión de abogados ande repartiendo demandas.
Esto en cuanto al aspecto económico.
Pero el que más me preocupa es el otro. Es el intento de
silenciar imágenes que muchas veces, si no todas, serán históricas, justo en el
momento en que se están produciendo los hechos y cuando todos conocemos a los
fotografiados. Muchas de estas fotos si tienen esta restricción no serán
conocidas públicamente en 50 años a partir del fallecimiento del autor. ¿Quién recordará el contexto, en qué marco
se tomaron, con qué fines? ¿Se puede historizar, dar cuenta de algo, registrar
hechos para que luego no puedan quedar plasmados públicamente, conforme a esta
ley (diríamos de manera legal aunque no legítima), a menos que el que quiera
hacerlo pague? ¿Puede quedar privatizado el registro fotográfico?
En este proyecto además de las voces de las empresas (que
estarían bastante bien representadas por estos legisladores que deberían
recordar quién les paga sus emolumentos) y de los que
estamos en contra de estas restricciones, creo que debería preguntársele a los
fotógrafos qué piensan.
Todos sabemos que una obra que se replica sin el pago de los
derechos sólo priva de ingresos a un porcentaje minúsculo. ¿Sentirán vulnerados
los fotógrafos sus derechos económicos? ¿Cuánto les pagan por sus fotos? ¿Es algo buscado por ellos tomar una
foto para que pueda ser publicada 50 años después de su muerte? ¿Fotografían para sus nietos?
¿Qué es necesario para que los fotógrafos cobren? ¿Quiénes son los que deben pagar? ¿También si es con fines educativos o sin fines de lucro? Definitivamente a estas discusiones hay que darlas, nos tenemos que cansar de explicar con paciencia qué significa esto, y ofrecer a la vez alternativas. Que estén involucrados los fotógrafos en la discusión, que cuenten qué es lo que cobran y cuándo, qué otras formas de circulación de las fotos se pueden proponer, qué les gustaría obtener por su trabajo.
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